Piensa una palabra que lo abarque todo. La que sea. No importan los fonemas, las letras ni la estética del vocablo que elijas. Su forma, su métrica, su pronunciación. Sólo importa lo que abarque. Sí, nada más... pero tampoco nada menos por que sé que no es sencilla tarea. No debe de serlo y si lo es, es porque la palabra es equivocada, inservible, inútil y desechable. Artículo que no llega ni a la quinta necesidad y que debe ser rumbado al vacío inerte donde se arrojan las palabras de su naturaleza, donde las tiran quienes saben que vale más el silencio que la palabra necia o innecesaria. Pero no debo desviarme.
El asunto es nuestra palabra, la que a partir de hoy buscarás y no volverás hasta haberla encontrado. La que será tu nombre y el mío, el de tu amante y tu enemigo. Tu hijo y tu madre, tu padre y tu asesino. El nombre con que nombrarás el cielo y tu casa, el piso y el árbol muerto que yace convertido en leña, ceniza y llamas. La palabra lo será todo porque la palabra debe abarcar lo inabarcable, unificarlo, reunirlo pero no sintetizarlo. No reducirlo. No debe ser un corpiño que ciña, apriete, limite y deforme. No. De ser cielo. Debe ser luz infinita. Debe ser oscuridad absoluta. Debe serlo todo. Y no será sólo lo inabarcable: será las limitaciones y lo ilimitado. Lo infinito y lo efímero. De nuevo: todo. Nuestra palabra no hará distinción entre ying ni yang en este universo de estrecheces, pasillos angostos y techos casi al ras del suelo. Nuestra palabra será una y será única y dentro de ella cabrá todo lo que queramos guardar, una caja que no será una caja, será una puerta sin tamaño ni medida, pero igual ahí estará.
Nuestra palabra será metafísica pues en sus letras habrá caminos y universos, galaxias enteras ardiendo y que se fundirán en hoyos negros con su densidad hambrienta de nuevos mundos y paraísos, infiernos y voces de ángeles blancos, negros y rojos; y en su vendaval, nuestra palabra será paz porque todo lo abarcará, lo abrazará, lo fusionará en un solo concepto que será el nombre de nuestra palabra, la que tú encontrarás, la que tú traerás.
Y en esa palabra nos ocultaremos para siempre, detrás de sus letras guardaremos nuestra vida y guardaremos nuestra muerte. Partiremos solos hacia su inmensidad, y si alguna vez nos sentimos olvidados y abandonados, simplemente invocaremos nuestra palabra, nuestra propia palabra, aquella donde lo guardamos todo y que con solo pronunciarla le daremos sentido a nuestra vida, a nuestra muerte y a todo el cosmos.
El asunto es nuestra palabra, la que a partir de hoy buscarás y no volverás hasta haberla encontrado. La que será tu nombre y el mío, el de tu amante y tu enemigo. Tu hijo y tu madre, tu padre y tu asesino. El nombre con que nombrarás el cielo y tu casa, el piso y el árbol muerto que yace convertido en leña, ceniza y llamas. La palabra lo será todo porque la palabra debe abarcar lo inabarcable, unificarlo, reunirlo pero no sintetizarlo. No reducirlo. No debe ser un corpiño que ciña, apriete, limite y deforme. No. De ser cielo. Debe ser luz infinita. Debe ser oscuridad absoluta. Debe serlo todo. Y no será sólo lo inabarcable: será las limitaciones y lo ilimitado. Lo infinito y lo efímero. De nuevo: todo. Nuestra palabra no hará distinción entre ying ni yang en este universo de estrecheces, pasillos angostos y techos casi al ras del suelo. Nuestra palabra será una y será única y dentro de ella cabrá todo lo que queramos guardar, una caja que no será una caja, será una puerta sin tamaño ni medida, pero igual ahí estará.
Nuestra palabra será metafísica pues en sus letras habrá caminos y universos, galaxias enteras ardiendo y que se fundirán en hoyos negros con su densidad hambrienta de nuevos mundos y paraísos, infiernos y voces de ángeles blancos, negros y rojos; y en su vendaval, nuestra palabra será paz porque todo lo abarcará, lo abrazará, lo fusionará en un solo concepto que será el nombre de nuestra palabra, la que tú encontrarás, la que tú traerás.
Y en esa palabra nos ocultaremos para siempre, detrás de sus letras guardaremos nuestra vida y guardaremos nuestra muerte. Partiremos solos hacia su inmensidad, y si alguna vez nos sentimos olvidados y abandonados, simplemente invocaremos nuestra palabra, nuestra propia palabra, aquella donde lo guardamos todo y que con solo pronunciarla le daremos sentido a nuestra vida, a nuestra muerte y a todo el cosmos.
5 comentarios:
Que buen texto. Me dió un poco de escalofríos pensar en esa búsqueda, o más bien en ese encuentro.
excelente texto.
Me gustó la fluidez y el afán con que describes eso que lo abarque todo.
Mucha energía y sobre todo, estas letras te hacen lucir más viejo.
Desde que vi la foto pensé que era la portada de un libro. Y me vino a la mente un libro que leí hace muchos años, tal vez 10, tal vez más.
Y sí, así es, y el título del libro es "And Never Said a word".
Muerte
Parece que hoy comienzo una busqueda...
Publicar un comentario