miércoles, 17 de diciembre de 2008

Y entonces...

.












Pasaron dos años.














.

lunes, 27 de octubre de 2008

De las palabras como principio


Piensa una palabra que lo abarque todo. La que sea. No importan los fonemas, las letras ni la estética del vocablo que elijas. Su forma, su métrica, su pronunciación. Sólo importa lo que abarque. Sí, nada más... pero tampoco nada menos por que sé que no es sencilla tarea. No debe de serlo y si lo es, es porque la palabra es equivocada, inservible, inútil y desechable. Artículo que no llega ni a la quinta necesidad y que debe ser rumbado al vacío inerte donde se arrojan las palabras de su naturaleza, donde las tiran quienes saben que vale más el silencio que la palabra necia o innecesaria. Pero no debo desviarme.
El asunto es nuestra palabra, la que a partir de hoy buscarás y no volverás hasta haberla encontrado. La que será tu nombre y el mío, el de tu amante y tu enemigo. Tu hijo y tu madre, tu padre y tu asesino. El nombre con que nombrarás el cielo y tu casa, el piso y el árbol muerto que yace convertido en leña, ceniza y llamas. La palabra lo será todo porque la palabra debe abarcar lo inabarcable, unificarlo, reunirlo pero no sintetizarlo. No reducirlo. No debe ser un corpiño que ciña, apriete, limite y deforme. No. De ser cielo. Debe ser luz infinita. Debe ser oscuridad absoluta. Debe serlo todo. Y no será sólo lo inabarcable: será las limitaciones y lo ilimitado. Lo infinito y lo efímero. De nuevo: todo. Nuestra palabra no hará distinción entre ying ni yang en este universo de estrecheces, pasillos angostos y techos casi al ras del suelo. Nuestra palabra será una y será única y dentro de ella cabrá todo lo que queramos guardar, una caja que no será una caja, será una puerta sin tamaño ni medida, pero igual ahí estará.
Nuestra palabra será metafísica pues en sus letras habrá caminos y universos, galaxias enteras ardiendo y que se fundirán en hoyos negros con su densidad hambrienta de nuevos mundos y paraísos, infiernos y voces de ángeles blancos, negros y rojos; y en su vendaval, nuestra palabra será paz porque todo lo abarcará, lo abrazará, lo fusionará en un solo concepto que será el nombre de nuestra palabra, la que tú encontrarás, la que tú traerás.
Y en esa palabra nos ocultaremos para siempre, detrás de sus letras guardaremos nuestra vida y guardaremos nuestra muerte. Partiremos solos hacia su inmensidad, y si alguna vez nos sentimos olvidados y abandonados, simplemente invocaremos nuestra palabra, nuestra propia palabra, aquella donde lo guardamos todo y que con solo pronunciarla le daremos sentido a nuestra vida, a nuestra muerte y a todo el cosmos.

martes, 21 de octubre de 2008

Fotograma


Y el poema, el verso, la palabra, la narración y se repite, se repite, se repite. Fotograma, imágenes, clichés y el cerebro y el corazón apagados. Bienvenido al mundo del "pudo ser". Everithing is gone, babe. Goodbye.

...Hoy día hasta la depresión es una frivolidad....

Se vende un mundo. Informes aquí.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Otto y el gato


Nadie le dijo a Otto que no debía tocar ese gato. Nadie le informó las consecuencias que tendría cualquier contacto físico con el animal. No le advirtieron lo que vendría, lo que seguiría, la huella que le dejaría ese gato.

Él no lo sabía, por eso Otto tocó al gato. Por eso no hizo caso: porque nadie le advirtió y por consiguiente no era su culpa.

Eso fue lo que abrió las sospechas sobre Otto. Saber si Otto era consciente de lo que vendría, pero sobre todo, saber si Otto era consciente de su propia ignorancia y de que habría una consecuencia directa que nadie le había informado. La sospecha era que Otto pudo haberse valido de ello para alegar que nadie le informó, que nadie le dijo, que él no sabía.

Porque ahí pudo ocultar su desliz ético y moral: en la ignorancia, la falsa ignorancia, claro, o al menos en la circunstancia de que nadie lo procuró. Si nadie se ocupó de que él tuviera conocimiento de lo que vendría, todos menos él serían los responsables. Una situación conveniente para él, sin duda, y para evadir una responsabilidad clara.

Él debió de haberlo sabido… Sí. Está el instinto. El trozo de animal en su alma que le diría al oído y sin necesidad de nadie más que no debía tocar al gato, que las consecuencias vendrían y que jamás lo olvidaría. Jamás.

Pero entonces, quizá Otto no escuchó ese susurro de racionalidad y sentido común y prefirió dejarse llevar por la tentación, la curiosidad y el hedonismo implícito. Ese habría sido el momento en que Otto tocó al gato.

Y una vez que Otto tocó al gato, debió saber de inmediato que nunca debió haber siquiera pensado en tocarlo alguna vez.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Esas viejas tardes


En tardes como ésta siento que no hay nada que deba querer, que merezca ser anhelado y valga la pena el esfuerzo mental de desearlo por encima de algo más y romper con ello mi apatía por cosas que antes me apasionaban. El arte se siente tan distante, la literatura tan vacía, lo absurdo tan absurdo. Hoy no encuentro el camino para ese otro lado del espejo donde el sentido sigue ausente, pero las cosas parecen moverse en otra dirección. Hoy es lunes, el cielo está despejado y todo en el mundo parece una masa gris sin nombre ni definición. El mundo es una roca y al parecer no hay lago a dónde arrojarla y jugar con ella a los patos. Las ondas en el agua, el sonido de la roca al hundirse. Hoy es lunes y la tarde no tiene nada que ofrecerme, absolutamente nada.

lunes, 25 de agosto de 2008

Apunte rudimentario sobre la necesidad


Pero a veces el hambre no tiene figura ni alimento que la sacie. Ocasiones en que la percepción se queda en ese mutis estático, vacío. La prolongación de ese instante preciso al despertar donde el sueño no ha terminado pero la luz por la ventana fastidiando en los ojos. El cuerpo no sólo pequeño y ridículo, sencillamente insuficiente. ¿El cuerpo? No. No es una cuestión de sangre, huesos, músculo e impulsos eléctricos desde esa máquina atrofiada y gris. Es algo más. El problema no es desear ser alguien más, trasladar la conciencia a otra cara y otra anatomía y otra realidad (otra perspectiva de la realidad, aunque la realidad es la misma siempre, diría algún absolutista, y quizá un relativista saldría con que hay miles de realidades como visiones la habitan, y todo lo que está más allá de la cabeza son electrones y emulsiones químicas que provocan una serie de reacciones en cadena en este casco de calcio y otros lugares comunes; cómo necesitaba releerte, carajo, tantos años y tú guardado en una repisa olvidada, entre el polvo, los recuerdos y el directorio telefónico, como si contigo pudiera guardar el hambre, la necesidad y la desesperación de ser tú y ser todos, y mirar desde allá y de acá, y los paréntesis, las acotaciones y las frases sueltas al margen del texto, la realidad también es insuficiente, toda ella con o sin relativismos, hasta el relativismo es insuficiente a estas alturas de mesa sin patas y noches sin luna, casas sin ventanas y libros deshojados que hacen más sentido que cuando estaban completos, pero etcétera). El problema es querer ser todos a la vez. Necesitar esa mirada colectiva como si se construyera un mapa de universo trazado en pequeñas hojas blancas pegadas con cinta adhesiva. Trazarlo todo. Ser ese mapa con rutas de ida y de venida, y sobre todo con la perspectiva, con la visión, con la contemplación total y absoluta de las cosas. No hay otra realidad. No hay otra perspectiva. En todo caso hay niveles de percepción y de sensibilidad (si es que sensibilidad es la palabra). La realidad y sus pedazos. La realidad y sus fragmentos. La realidad y su enana entrega que la hace tan parecida a la mentira, al insulto. Y entonces lanzar el cigarrillo hacia el vacío oscuro, expeler el humo con los ojos cerrados y preguntarse por qué demonios el café sabe esta noche tan distinto.

martes, 22 de julio de 2008

Sueño número 2 o "flores en la tumba del pasado"


Me buscaba a mí mismo. Me buscaba sin razón. Entre los rostros todavía infantiles, entre los vasos llenos de soda con hielo y la música idiota, muchachos con esmoquin y jovencitas en vestidos blancos y cremas. Me buscaba. Al muchacho perdido en la alfombra y la fiesta y adiós a la secundaria. Los 15 años de edad y la rebeldía adolescente. Me buscaba y me buscaba sin razón. Subía el ascensor y cuando veía hacia el vacío imaginaba que estaba dentro del vaso de tequila gigante de Dios, y que subía porque Dios nos iba a beber a quienes estábamos dentro. Y nos bebería. A todos nos bebería pero entonces no lo sabíamos, con esos 15 años y esa rebeldía. Con nada. Y la música idiota, la ropa y los vestidos en tonos claros. Y yo no entendía nada. Pero me buscaba a mí mismo, y no había razón

jueves, 17 de julio de 2008

Adiós, Julio

Acercarme a ella que me sonríe sin sorpresa alguna, convencida a veces, como yo, de que un encuentro casual es lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas, con horas puntuales, es la misma que necesita papel rayado para escribirse cosas sin sentido, que no pueden ser entendidas por nadie mas...Andabamos sin buscarnos, pero sabiendo que andabamos para encontrarnos.
"Rayuela", fragmento

J. Cortázar




Corríamos por la calle buscando la casona del buen Julio. Andábamos a prisa por las encharcadas banquetas de todas las calles del barrio buscando la casa donde Julio y su Maga se ocultaban de la luz y del encono, del paso del tiempo y la leucemia, la muerte y de 1984.
Caminábamos de la mano. El viento húmedo, como migaja de los aguaceros de toda la mañana, nos refrescaba el rostro sudado por tanto andar, por tanto recorrer esquinas, callejones y rincones oscuros donde el olor del mate, del tinto, o el sonido de una trompeta desencajada nos llevaran a buscar.
Pero él no estaba. Él y su Maga ocultos tras los minutos y los años, entre las polvorientas calles de cualquier ciudad –esta ciudad –que al mismo tiempo pudieran ser algunos de aquellos ocultos paisajes de París o alguna secreta ruta bonaerense.
Por eso era tal difícil dar con ellos entre las puertas antiguas con blasones ilegibles y los ventanales con barrotes que los siglos no pudieron debilitar. Julio oculto como animal temeroso. Julio oculto como gato negro en el rincón más impredecible de la casa. Pero en realidad no era el miedo lo que lo llevaba a encerrarse en esa jaula metafísica de paredes de cantera, a ocultarse con sus monstruos, sus conejos, sus niños vampiro y sus discos de jazz, considerando, claro, que el oculto fuera él y la cárcel ese rincón donde las sombras lo cobijaran. Pero quizá la prisión era el mundo y su humilde cuarto el último paraíso libre sobre la tierra. Tal vez los demonios fueron tomando casa tras casa, puente tras puente, hasta apoderarse de países enteros y al final de todo. Y entonces la libertad se ocultaría en una pequeña celda sin luz y sin ventanas, con los alimentos apenas necesarios para sobrevivir con raciones inhumanas. En ese pequeño espacio, en ese diminuto recinto donde entre la miseria queda al menos un respiro de libertad. Ahí está Julio. Y con él está su Maga que bien pudiera llamarse Lucía o llamarse Aurora, o sencillamente libertad. El juego está en esconderse, en jugar al escondite con los entes oscuros que los fueron tomando todo, que en apenas unas décadas pasaron de una casa al mundo, que se lo robaron todo. Todo menos a Julio y sus poemas y sus cuentos, sus conejitos blancos cayendo por un balcón para destrozarse en su viaje fatal rumbo a la calle.
Y lo seguimos buscando. Toda la tarde, toda la noche y toda la semana, recordando la maldición eterna de su poema, de saber que las cosas están donde no las buscamos nunca, que las personas sólo aparecen cuando dejamos de forzar el encuentro, y que los únicos encuentros que valen la pena son los que nos regala la casualidad.
Adiós, Julio.

jueves, 10 de julio de 2008

De lo no publicado

Buscando crónicas para un taller de periodismo escrito que el gran Alejandro Salas dará a reporteros de televisión, me encontré este texto breve que nunca publiqué. Aquí va para que al menos valga la pena la desvelada de aquella vez. Según el archivo Word, data del 17 de junio de 2006. Saludos.


Podría ser cualquier otra cosa, cambiando un poco el contexto.
Si uno mira bien a la concurrencia, podría sentirse en algún comercial de cerveza de esos en que abundan hombres de todo tipo en el mismo bar, sujetos simpáticos y hasta bonachones que es fácil imaginarse encendiendo el carbón los domingos para la carne asada, bebiendo cerveza y gritando ante el gol de la victoria de cualquier equipo futbolero.
Sólo faltaría el eslogan de “por los que quieren pasar más tiempo con sus amigos” dentro del recinto de unas 25 mesas, decoración egipcia y luces multicolor que cortan la oscuridad y el humo (aunque claro, no así el de “jugar botella con ella”, acaso ajustándolo para “jugar botella con él”, tomando al muchachito que sugestivamente baila sobre un entarimado para hacer el papel de “él”).
Así es: la bandera de arcoiris colocada en una especie de sala de espera al cruzar la puerta principal que da a la calle Zaragoza no es casualidad y el lugar es un antro gay con todas sus letras.
Lo sabe uno por varias razones: el hecho de que haya un solo baño, la ausencia de cualquier indicio de estrógenos en el lugar, la música electrónica en un antro donde sólo acuden hombres, pero sobre todo, resulta especialmente elocuente el jovencito que no pasa de 23 años y se unta aceite por su cuerpo de músculos marcados ataviado únicamente por una brillante tanga plateada, sin duda envidia para cualquier Serrano Limón.
Y los hombres simplemente lo miran, sin más ni más. La concurrencia permanece estoica aunque con la mirada fija en el jovencito, no hay gritos ni “mariconadas” como cualquier “profano” esperaría.
Sólo beben discretamente sus cervezas, fuman sus cigarrillos y con rostros inexpresivos observan toda la rutina de tres canciones que el joven ofrece: una de simple baile, otra para desnudarse y la tercera para seducirlos en una regadera con agua, jabón y aceite. En cualquier table hay más escándalo.
El ambiente huele a cotidianeidad: camisas a cuadros, bigotes y barbas de candado, peinados ordinarios de cualquier empleado bancario o cajero de la tesorería estatal lejos de cualquier cliché o caricatura gay inventada en alguna telenovela de Televisa o alguna película de Alfonso Zayas.
Diría el chiste, sin joterías. Finalmente más que a una realidad alterna lo que encierran esas paredes se parece más a la realidad, punto, si acaso oculta, pero realidad tangible y ordinaria a fin de cuentas.

Del monólogo interior que precede al silencio exterior


¿Y se supone que todo deba ser de alguna manera? Todo: al interior y al exterior, un modelo perfecto y único de convivencia, de identidad, de cohabitación en los espacios grandes y pequeños. Un ensayo teatral de una obra donde no hay público porque todos somos actores y todos criticamos la labor de los otros, la juzgamos y la calificamos con ligereza y naturalidad, como si así debieran ser las cosas, como si se supusiera que para eso estamos aquí, para calificar y juzgar y criticar. Y la obra sigue su curso de alguna manera mientras el director duerme hastiado de borracho. De perdido y desinteresado. Nadie es nadie en esta fiesta. Nadie tiene palabra válida para pronunciar porque el guión está mal hecho, con faltas ortográficas y de sintxis tan obvias que nada más de hojearlo uno quisiera vomitar por semejanta abominación. Esta tarde es de sol fastidioso. Sueño. Cansancio. ¿Se supone que todo deba ser así? La obra competa es la suma de sus accidentes, de sus errores, de su carencias. Al final los actores se aplaudirán de pie solos. Sin palabras, sin preguntas, sin comentarios. En el café posterior al estreno destazaremos el trabajo completo. No estamos aquí para el odio, pareciera más que el móvil radica en el desdén, el desinterés, la paradójica acción en la frase "no hacer nada". No hacemos nada. No nos interesa nada. No nos motiva nada. ¿Para qué? Todo es siempre tan igual, tan reducido, tan insignificante. Para este punto hacer algo resulta tan irrelevante como no mover un dedo. Y el interminable quizá.

miércoles, 18 de junio de 2008

De la resistencia a la muerte como última justificación a la vida


Nadie quiso mirar hacia dentro cuando el capellán levantó la tapa del féretro.

Nadie pudo con la idea insoportable de asomar la vista al interior de esa caja fría y sombría al centro de la sala.

La marcha fúnebre sonó inmisericorde y un escalofrío recorrió el cuerpo agotado de toda la concurrencia, como una orquesta de angustia y desolación tocando los últimos acordes de una triste sonata. Los trajes negros y los velos se estremecieron al llamado final de la muerte.

Nadie quiso mirar dentro.

Nadie quiso reiterar lo que ya sabía.

Nadie quiso ver cómo golpeaba el vidrio desde adentro rogando inútilmente no ser enterrado vivo.

El capellán apretó con la mano el crucifijo y cerrando los ojos dejó caer la tapa por última vez.

Y entonces ya nadie tuvo que mirar.

lunes, 16 de junio de 2008

Primera aproximación al asesinato de la musa en su etapa más temprana y mitológica



-Sabes que te amo, ¿cierto? –inquirió con el gesto artificialmente inexpresivo y la voz apenas temblorosa. -¿Lo sabes?
No respondí. Nunca respondo cuando me preguntan estupideces.
–¿Entonces por qué…?
No la dejé terminar. Mi única respuesta fue el estruendo fugaz, la bala expansiva destrozando su rostro de doncella y apagando el aliento venenoso de su dulzura.
Claro que lo sé.
Sólo asesino a quienes me aman.