lunes, 25 de agosto de 2008

Apunte rudimentario sobre la necesidad


Pero a veces el hambre no tiene figura ni alimento que la sacie. Ocasiones en que la percepción se queda en ese mutis estático, vacío. La prolongación de ese instante preciso al despertar donde el sueño no ha terminado pero la luz por la ventana fastidiando en los ojos. El cuerpo no sólo pequeño y ridículo, sencillamente insuficiente. ¿El cuerpo? No. No es una cuestión de sangre, huesos, músculo e impulsos eléctricos desde esa máquina atrofiada y gris. Es algo más. El problema no es desear ser alguien más, trasladar la conciencia a otra cara y otra anatomía y otra realidad (otra perspectiva de la realidad, aunque la realidad es la misma siempre, diría algún absolutista, y quizá un relativista saldría con que hay miles de realidades como visiones la habitan, y todo lo que está más allá de la cabeza son electrones y emulsiones químicas que provocan una serie de reacciones en cadena en este casco de calcio y otros lugares comunes; cómo necesitaba releerte, carajo, tantos años y tú guardado en una repisa olvidada, entre el polvo, los recuerdos y el directorio telefónico, como si contigo pudiera guardar el hambre, la necesidad y la desesperación de ser tú y ser todos, y mirar desde allá y de acá, y los paréntesis, las acotaciones y las frases sueltas al margen del texto, la realidad también es insuficiente, toda ella con o sin relativismos, hasta el relativismo es insuficiente a estas alturas de mesa sin patas y noches sin luna, casas sin ventanas y libros deshojados que hacen más sentido que cuando estaban completos, pero etcétera). El problema es querer ser todos a la vez. Necesitar esa mirada colectiva como si se construyera un mapa de universo trazado en pequeñas hojas blancas pegadas con cinta adhesiva. Trazarlo todo. Ser ese mapa con rutas de ida y de venida, y sobre todo con la perspectiva, con la visión, con la contemplación total y absoluta de las cosas. No hay otra realidad. No hay otra perspectiva. En todo caso hay niveles de percepción y de sensibilidad (si es que sensibilidad es la palabra). La realidad y sus pedazos. La realidad y sus fragmentos. La realidad y su enana entrega que la hace tan parecida a la mentira, al insulto. Y entonces lanzar el cigarrillo hacia el vacío oscuro, expeler el humo con los ojos cerrados y preguntarse por qué demonios el café sabe esta noche tan distinto.