Nadie quiso mirar hacia dentro cuando el capellán levantó la tapa del féretro.
Nadie pudo con la idea insoportable de asomar la vista al interior de esa caja fría y sombría al centro de la sala.
La marcha fúnebre sonó inmisericorde y un escalofrío recorrió el cuerpo agotado de toda la concurrencia, como una orquesta de angustia y desolación tocando los últimos acordes de una triste sonata. Los trajes negros y los velos se estremecieron al llamado final de la muerte.
Nadie quiso mirar dentro.
Nadie quiso reiterar lo que ya sabía.
Nadie quiso ver cómo golpeaba el vidrio desde adentro rogando inútilmente no ser enterrado vivo.
El capellán apretó con la mano el crucifijo y cerrando los ojos dejó caer la tapa por última vez.
Y entonces ya nadie tuvo que mirar.
4 comentarios:
¿Ni tú?
Hey, Antonio, soy Rodrigo Guajardo (estuve de corrector en Milenio, reportero en el Porvenir, editor en la Uni; compartí contigo un seminario donde dije aquello de Andy Warhol, jaja) disculpa que te escriba por este medio de cosas que no tienen nada qué hacer aquí, pero no consigo tu teléfono ni tu dirección electrónica. Necesito trabajo y no sé si sepas de algo ahí donde estás. Si lo sabes y hay oportunidad, échame un grito, ¿va? -Saludos.
onde quedó la lista de blogs my dear?
Me agrada lo que escribes ;D
Publicar un comentario